Mente, deporte y meditación

20 | 03 | 2020
Mente, deporte y meditación

Primer antecedente: Corea, Seúl, 1988. Alfonso de Iruarrizaga gana la medalla de plata en tiro skeet en los Juegos Olímpicos. Inmediatamente tras el triunfo, se le acerca un emocionado periodista chileno y, comenzando la entrevista, se encuentra con un Iruarrizaga plano, sin emociones, y le pregunta: “¿No es consciente acaso de lo que ha hecho? ¡Es un momento histórico, Chile ha ganado solo 8 medallas olímpicas hasta ahora…!”. Iruarrizaga, tomando consciencia de cómo está siendo percibido, le contesta: “Disculpe, es que todavía sigo concentrado”.

Han pasado ya algunos días del triunfo en las olimpiadas y, en una nueva entrevista, Iruarrizaga, de 32 años, reflexiona y declara: “15 años me demoré en conseguir que mi psicomotricidad fina no fuese afectada por situaciones de estrés”.

Segundo antecedente: Nadia, una pequeña niña de apenas tres años y medio, tiene autismo severo y aún no aprende a hablar. No obstante y sorprendentemente, dibuja como Leonardo da Vinci, el elegante dibujo de un caballo al galope con perspectiva perfecta, lo demuestra. Algún tiempo después, Nadia aprende a hablar y, misteriosamente, pierde su habilidad para dibujar.

Tercer antecedente: Caminas despreocupadamente por la calle, sacas de tu bolsillo una barra de chocolate, la desenvuelves, arrugas el papel aluminio, ves un tarro de basura y, sin detenerte, arrojas la bola de papel de aluminio y das al centro del basurero. Sonríes, concluyes que andas con buena puntería, te detienes y haces una segunda bola con papel de deshecho que portas, te posicionas, apuntas, lanzas y yerras, la bola cae fuera, directo al suelo.

¿Qué relaciona los eventos anteriores?

Pero antes ¿Qué entendemos por “concentración”? En occidente damos suficiente cuenta del concepto si decimos: “Concentración es pensar intensamente en algo”, y si vemos a alguien meditando, decimos sin problemas: “Está concentrado”. No obstante, un meditador lo que busca es poner su mente en vacío, y solemos comprender eso como un “No pensar en nada”, cuestión que se contradice con “pensar intensamente en algo”. En oriente, en cambio, existe el término sanscrito Śūnyatā o Shuniata que, en términos amplios, significa vacío. Sin embargo, no refiere exactamente a la idea de ausencia de todo, sino más bien, como certeramente precisa Francisco Varela, a un vacío fecundo comparable con el del vientre materno. ¿Estaba tu mente vacía cuando diste al centro del basurero con la bola de papel? ¿lo estaba la de Nadia cuando dibujaba el caballo? ¿y la de Iruarrizaga cuando competía en las olimpiadas? Sin duda la atención de tu mente cuando diste al centro del basurero, tenía un foco de atención distinto de cuando erraste, creo que sería exacto decir que, previo a errar, hiciste un esfuerzo volitivo de concentración, esfuerzo infructuoso que no hiciste cuando anteriormente acertaste. ¿Qué diferencia un estado del otro? El grado de consciencia. En el primer caso, la acción fue fundamentalmente automática, instintiva, inconsciente. En el segundo caso, la voluntad intervino conscientemente, y fallaste.

Vamos ahora al segundo antecedente. La pequeña Nadia no había aún adquirido el lenguaje cuando dibujaba esos caballos impresionantes, y pierde tal capacidad cuándo lo adquiere. ¿Qué es el lenguaje? La herramienta humana que, por excelencia, nos permite abstraer la realidad. ¿Qué entendemos por abstracción? La capacidad de imaginar o traer a la mente algo que no está presente. En otras palabras, el lenguaje es una herramienta que nos permite pensar en cosas pasadas o futuras, o sea, salirnos del presente, salirnos del aquí y ahora. Los seres humanos no dibujan lo que ven, dibujan lo que sienten y piensan, incluso los niños pequeños; de sus lápices surgen manos y ojos grandes, que dan cuenta de miradas y caricias amorosas, destacan lo afectivamente más significativo para ellos; Dibujan también en perspectiva egipcia, o sea, rostros, manos y pies de perfil, o sea que dibujan el concepto adquirido, no lo que sus ojos directamente observan de la realidad. Nadia, en cambio, dibujaba lo que veía, y una vez adquirido el lenguaje, pierde la habilidad de dibujar lo que ve, algo cambió en su mente, aprendió a abstraer, comenzó a plasmar la realidad en dibujos que mostraban más el contenido de su mente que la realidad misma.

Adquirir el lenguaje y con éste la capacidad de abstracción, tiene enormes beneficios, pero también costos. Cuando un diseñador industrial imagina una nave espacial y la diseña, lo hace gracias a que puede abstraer la realidad mediante distintas herramientas complejas que, entre otras, incluyen la lengua y también las matemáticas, sin esas herramientas estaríamos limitados a nuestros instintos, cual animales salvajes. Cuando el escalador cuelga de una pared rocosa y siente miedo, lo siente porque no está completamente en el presente, sino que su mente se ha puesto en el futuro, en la posibilidad futura de caer, y ese miedo se convierte en pánico cuando lo absorbe casi por completo, al grado que deja de percibir lúcidamente la realidad inmediata, y no consigue ver con claridad las posibilidades que la roca le da para continuar avanzando. Antes de su preparación de 15 o más años, Iruarrizaga luchaba contra un miedo, el de perder, el de no acertar al blanco móvil, el mismo imaginario que te hizo errar al basurero la segunda oportunidad en que lo intentaste, tanto a Iruarrizaga como a ti, la idea de ganar o perder, les afectó la psicomotricidad fina.

Pero ¿Qué tiene que ver todo esto con la meditación?

Un discípulo le pregunta a un maestro budista ¿Qué es el Zen? Y el maestro le responde: “Comer cuando tienes hambre, dormir cuando tienes sueño”. Pero, pensarás, cómo puede ser eso una respuesta, si eso loL hacemos todos. No, justamente una cuestión que caracteriza al ser humano moderno es que se disocia de sí mismo, y no come cuando tiene hambre, muchos comen más allá de lo necesario, y engordan. Otros renuncian a comer o vomitan lo comido, y mueren de bulimia. Otros trabajan en exceso, y duermen menos de lo necesario, y otros interponen sus miedos en sus acciones y o no le dan al blanco o arrojan la bola de aluminio fuera del basurero.

Katsuki Sekida, maestro de escuela, y un respetado maestro zen, aunque laico, afirma en su libro “Za Zen”:

“el Zen no es, en mi opinión, filosofía o misticismo. Es sencillamente una práctica de reajuste de la actividad nerviosa. Es decir, devuelve al sistema nervioso distorsionado, su funcionamiento normal. Y debe seguirse con ahínco”.

Para Lacán, el lenguaje era la jaula que atrapaba al ser humano.

De esto podemos derivar que el “sistema nervioso distorsionado” que menciona Sekida, o la “jaula que atrapa al ser humano” de que habla Lacán y que el psicoanálisis se esfuerza en liberar, están relacionados con el lenguaje y, desde éste, con todo el condicionamiento cultural, que esencialmente se transmite e impregna en nosotros a través del lenguaje.

Bueno, siguiendo a Sekida, la práctica de la meditación Zen, entre otros resultados, tiene el de integrar aquello que el lenguaje y la cultura han desintegrado o disociado, para no ser víctimas de nuestros miedos o apegos, y abrirnos paso a un habitar el mundo de modo más libre y real.


Lautaro Ferrada Q.
Psicólogo Clínico

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